El hogar de mis peores pesadillas y mis sueños desbocados

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26 de febrero de 2009

El monstruo de las cien cabezas




I
Una mañana, desperté con una extraña sensación. Sentía como si mi cabeza pesara demasiado, de hecho, al intentar incorporarme, la parte superior de mi cuello no se despegó de la almohada. Con mucho cuidado y mayor esfuerzo, logré levantarme e ir al baño, donde justo frente a la puerta, había un espejo. Cuando encendí la luz, oí un grito espeluznante, y me pregunté quién gritaba de esa forma y a esas horas, si allí no había nadie más que yo. Entonces caí en la cuenta: quien gritaba no era otra que yo misma, al ver reflejada en el espejo la imagen más aterradora que pudiera imaginar. De mi cuello surgían multitud de bultos, del tamaño de pelotas de tenis, que ocupaban el lugar de la que, hasta ayer, era mi cabeza. Pero podía ver, oír, respirar, gritar...¿cómo era posible? Respiré hondo y me acerqué, cautelosamente, al espejo, y así pude comprobar que cada uno de aquellos bultos era, en realidad, una versión a escala reducida de mi cabeza. Cada una de esas diminutas cabecitas tenía mis ojos, mi nariz, mi boca, incluso el lunar junto a mi párpado izquierdo. Pequeñas orejitas sobresalían a cada lado, y todas ellas estaban coronadas por mi pelo alborotado. En ese momento, llamaron a la puerta...¡horror! Me acerqué de puntillas al pasillo, esperando, y se oyó la voz de mi amiga y vecina: "¡abre, dormilona, que tengo una noticia bomba!". Sí, claro, para noticias bomba estaba yo...Guardé silencio, con la esperanza de que se fuera, pero recordé que mi coche estaba aparcado bajo su ventana, y ella sabía que sin él yo no iba nunca a ninguna parte. Siguió insistiendo, apretando el timbre con tanta fuerza que creí que iba a atravesar la pared y aparecer dentro de mi piso. Tras muchas dudas, pensé:"después de todo, es mi amiga; nos lo contamos todo. Me va a ser imposible ocultarle algo así...", de manera que cogí aire y abrí la puerta. Me miró de arriba a abajo y me soltó: "¿pero todavía estás así? Debería darte vergüenza, a tu edad, durmiendo hasta las tantas, con la de cosas que tenemos que hacer hoy. ¿A que no adivinas quién se acaba de separar? Es muy fuerte, es que no te lo imaginas, en serio. Pero bueno, ¿no te piensas vestir? Anda, ve dándote una ducha, que mientras, yo te cuento..." Y así siguió, mientras mis doscientos ojos la miraban sin dar crédito. "Es una alucinación, está claro. Anoche me sentó mal la pizza y ahora estoy pagando el pato. Voy a ir al baño, me voy a mirar en el espejo, y todo estará como siempre". Pero al llegar al baño, el espejo me devolvió la misma imagen aterradora."¿Pero es que no lo ves?", pregunté a mi amiga. "¿Ver, el qué?", "¡pues esto!", grité señalándome las cabezas. "¡Ah, eso! Mujer, ya me estabas preocupando, eso le pasa a cualquiera; un poco de crema antiacné y en un par de horas, ni rastro"."¡Pero qué dices, loca! ¿Estás hablando en serio?", "chica, solo es un grano en la barbilla, no es como si te hubieran salido cuatro ojos..."
Atónita por el hecho de ser la única que veía lo ocurrido, me metí bajo la ducha, mientras mi amiga parloteaba sin parar acerca de la separación de Mari Puri, a quien no veía desde hacía meses, y cuya vida amorosa me importaba un bledo. Y al abrir el agua,¡qué sensación más extraña, la del chorro caliente cayendo sobre todas aquellas cabecitas! De repente me ví enfrentada al dilema de cómo lavar todas aquellas cabelleras que apenas cabían en la palma de mi mano. Tras pensar un rato,cogí el cepillo de mango largo para frotar la espalda, lo embadurné con champú, cerré todos los ojos y comencé a frotar por todas partes, sintiendo el roce de las cerdas en mis caras y orejas, pero dejando las cabelleras relucientes. Al terminar mi ducha, sacudí el cuello como si fuera un perro, para librarme de la mayor parte posible del agua que chorreaba, pues el uso de una toalla era complicado en mis nuevas circunstancias. Frente al espejo, me sequé el cuerpo y procedí, con sumo cuidado, a desenredar todos los cabellos, tarea nada fácil. Mi amiga se empezaba a impacientar ante mi tardanza,"¡venga, mujer, que no tienes precisamente la melena de una leona!", así que prescindí del secador, en precaución ante las posibles quemaduras de mis pequeños rostros, y con el pelo mojado, me vestí y por fin, salimos a la calle.
Una vez en el rellano del portal, me detuve, indecisa, temiendo que mi amiga fuera la única que no viera mi nuevo aspecto, y tratando de no pensar en las consecuencias que acarrearía mi aparición en plena calle, pero ella ya había abierto la puerta y salido a la acera, dejándola abierta de par en par, y los transeúntes que miraron hacia dentro al pasar no dieron muestras de ver nada más extraño que a una lela parada frente a las escaleras. Así que respiré hondo, y salí a la mañana soleada de mediados de junio, asumiendo, por fin, que lo que me ocurría no afectaba mi relación con el mundo, de modo que ¡a vivir, que son dos días!


II
Con el transcurrir de los días, me fui percatando de que cada una de mis cabezas tenía su propia personalidad; cada una de ellas era en sí una entidad independiente y única. Y cada mañana, al despertar, una de ellas era quien llevaba la voz cantante.
Algunos días tenía el control la cabeza racional, con lo que el día transcurría sin sobresaltos, equilibradamente, y todos mis actos y decisiones eran acertados y correctos. En esos días compraba comida sana, invertía juiciosamente mis escasos ahorrillos, escuchaba a mis amigos desahogarse sobre su desastrosa vida sentimental, y les prestaba mi hombro para llorar. Y por la noche dormía plácidamente, con la conciencia tranquila y satisfecha. Pero esos días eran escasos, teniendo en cuenta el carácter de mis otras cabezas.
Los días de la cabeza realista, veía la vida con una crudeza tal que a veces me espantaba. Si las cosas iban bien, perfecto, pero era incapaz de poner un filtro a las cosas negativas del mundo; por mucho que lo intentase, mi cerebro se negaba a aceptar cristales de colores.
Estaba también la cabeza loca; esos días eran geniales, hacía las cosas sin pensarlas demasiado, me daba caprichos, me dejaba guiar por mis impulsos y las cosas feas, sencillamente, desaparecían. Pero tenía su lado negativo: tomaba decisiones impulsivas de las que a veces me arrepentía, y dejaba de lado las necesidades de mis amigos, estando como estaba absorta en mi propia felicidad.
¿Y la cabeza triste? ¡Cómo la odiaba! Esos eran los peores días, cuando me hundía en el fango de la autocompasión, y no podía dejar de pensar en todos y cada uno de los detalles negros que ensombrecían mi vida. Si hubiera sido posible, la habría arrancado de cuajo de mi cuello.
Había también una cabeza simpática, a la que le encantaba sonreír y charlar con cualquiera, invitar a casa a tomar café, organizar fiestas, gastar bromas divertidas y contar chistes graciosísimos. Esos días se teñían de colores, eran divertidísimos, y vivía deseando que llegase su turno, como un adicto espera el subidón.
Y la cabeza quisquillosa...¿qué puedo decir de ella? Que era un horror; una maniática, rencorosa, detallista al extremo, incapaz de olvidar la menor afrenta y por supuesto, mucho menos, perdonar. Su libreta negra estaba a rebosar de pequeñas injurias de las que tomaba nota al detalle. ¡Ojalá se pudra! (Ups, creo que ahora mismo acaba de asomar las narices un poquito...)
Había otra cabeza juerguista, dispuesta a apuntarse a un bombardeo. ¡Qué momentos los vividos bajo su influjo! Esa era noctámbula, dormía de día, robándole su tiempo a las demás, como un vampiro que se alimentaba del tiempo de otros...Se negaba a terminar sus turnos, siempre quería más, y exprimía al máximo los placeres de la vida nocturna. Me gustaba esa cabeza.
Y los días de la cabeza zen...silencio, calma, relax, nada podía afectarme esos días, era como si estuviera dentro de una burbuja suave y tibia que me acogía como el vientre materno, y mi mente encontraba la solución a los pequeños problemas de la vida que, otros días, me parecían irresolubles.
Las cabezas musicales eran varias, y solían acompañar a otras; tenían la capacidad, al contrario que el resto, de interactuar con las demás. Había una clásica, otra rockera, otra discotequera, otra melancólica, otra un poco heavy, pero cosa curiosa, no había ninguna romántica...no sé por qué.
Entre el resto de las cabezas estaban la naturalista, la perfeccionista, la crítica, la nostálgica, la previsora, la desordenada, la impaciente (su frase favorita era "¡quiero eso, y lo quiero ya!"), la práctica...y en fin, muchas más, tantas que no podría acordarme de todas aunque quisiera.
Pero había una, especial, un poquito más grande que sus compañeras, que predominaba sobre todas ellas. Tal vez fué la primera en aparecer, y por eso era más fuerte, o tal vez, al contrario, apareció en último lugar, y se alimentó de sus hermanas, creciendo hasta superarlas en tamaño y poder. Fuera como fuese, ella era la que aparecía con mayor frecuencia, destacando, e incluso en ocasiones, desplazando a la dominante, para ocupar su puesto. Esta cabeza era fría, calculadora, insobornable, rápida, aguda, cínica y sobre todo, dura. Nada la conmovía, nada la afectaba, no se dejaba engañar por las apariencias, siempre desconfiaba, siempre tenía a punto la réplica perfecta, y no cedía un milímetro. Cada día que aparecía, iba ganando un poquito más de terreno, al mismo tiempo que las otras menguaban, casi imperceptiblemente, pero a lo largo de los años, su avance sería cada vez más y más evidente...


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3 comentarios:

Radamanth dijo...

supongo que solo una persona misma puede darse cuenta de los matices que la envuelven por eso nadie se percataba de esas pequeñas cabezas qeu tu con horror veias reflejadas en el espejo, supongo que asearlas a todas seria un trabajo arduo, y menos mal qeu las chicas se compaginaban es decir no hacian su aparicion todas de golpe, porque te hubieran dejado de divan de siquiatra, bromas a parte todos tenemos dentro de nuestra cabeza ese realista, ordenado, desordenado, impaciente y sobre todo todos tenemos esa cabeza que tu denominas dominante y es que de todo se aprende y cada dia nos endurecemos un poco mas, es la forma de evitarnos el dolor, un buen relato sin duda

Sinuhe dijo...

jejeje, no hay más que ver tu lista de libros para conocerte. Pssstttt....

Paso con más tiempo a leerte en este nuevo rincón, que ando loco últimamente.

Besicos wapa¡¡

€_r_i_K dijo...

Tengo un amigo frente al espejo...
El mismo que me hace reir...
El mismo que me hace llorar...
El mismo que cada día me refleja...
Tengo un amigo frente al espejo...
Que siempre me recuerda que tengo Corazón...
Y que de vez en cuando me olvide de mi Cabeza...

Tengo un amigo frente al espejo,
que solo yo lo veo.....

UN Fuerte Abrazo....