El hogar de mis peores pesadillas y mis sueños desbocados

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23 de febrero de 2009

Una sombra tras la cortina



Cada mañana pasaba por delante de ese gran edificio con aspecto señorial, absorto en sus pensamientos de camino al despacho, planeando las estrategias a seguir durante la jornada para cumplir sus objetivos y mantener su status en la empresa. Nunca se le había pasado por la cabeza mirar hacia arriba; después de todo, en los edificios como ese normalmente viven personas ya muy mayores sin gran interés, de modo que caminaba cabizbajo, como un autómata, recorriendo a grandes zancadas la distancia que separaba la salida del metro del edificio acristalado donde pasaría las siguientes doce horas, sin tregua. Pero aquella mañana algo hizo variar su rutina, una manifestación de la furia de la naturaleza, totalmente inesperada. Corrió bajo el aguacero a resguardarse en el soportal de una vivienda, temiendo por el contenido de su maletín, demasiado valioso e irreemplazable como para echarse a perder a causa de la fuerte lluvia. Y al levantar la vista, se encontró con ella. Se escondía entre las cortinas de uno de aquellos grandes apartamentos, mirando al exterior subrepticiamente, como si temiera ser vista, y al cruzarse sus miradas se retiró inmediatamente al interior de la estancia. Él no podía dejar de mirar aquella ventana, intrigado por la presencia de una joven tan hermosa en aquel lugar, y sorprendido por la reacción de la chica, pero pocos segundos después ella volvió a asomarse tímidamente, dejándose apenas ver pero observándolo obviamente. No se dió cuenta de cuándo dejó de llover, pero de pronto pareció despertar de un profundo sueño y miró el reloj; sobresaltado, se dió cuenta de que llevaba bastante rato absorto en la contemplación de aquella enigmática chica, y antes de retomar de nuevo su camino volvió la vista hacia la ventana, pero allí ya no había nadie.

A partir de aquel día empezó a levantar la mirada hacia aquel lugar cada día al pasar, y siempre, invariablemente, ella estaba allí, semioculta por las cortinas, con una expresión entre melancólica y ardiente, mirándolo fijamente al pasar. Se acostumbró a levantarse cinco minutos antes para poder detenerse un momento frente a ella y disfrutar de aquella extraña relación que se había creado entre ellos. No sabía nada de ella, ni su nombre, ni su edad, ni el porqué de su extraña afición por observar a los viandantes, pero estaba totalmente obsesionado con ella. Por las noches le costaba conciliar el sueño pensando en ella, imaginándole nombres, poniéndoles color a sus ojos y a sus cabellos, fantaseando con el olor de su piel, el tacto de sus labios y el terciopelo de sus caricias...

Un día decidió satisfacer su curiosidad y al pasar por allí, se dirigió con paso seguro hacia el portal. Le extrañó encontrar la puerta abierta; normalmente en aquella zona de la ciudad las medidas de seguridad solían ser bastante eficaces, pero se alegró de no tener que inventar ninguna excusa lo suficientemente creíble para llamar a cualquier timbre y conseguir que le abrieran. El ascensor no funcionaba, y de todos modos no parecía muy aconsejable entrar en él en ningún caso, pues parecía bastante decrépito y descuidado. Subió los cinco tramos de escaleras hasta llegar al piso donde vivía la joven, y segun el cálculo que había hecho desde el exterior, se dirigió a la tercera puerta de su izquierda. Fué a llamar al timbre, pero en su lugar sólo había un par de cables deshilachados que sobresalían de la pared, de modo que decidió golpear con los nudillos, pero al hacerlo la puerta se abrió silenciosamente hacia adentro, como si tan sólo hubiera estado entornada. Intrigado, dió un paso hacia el interior, pero lo que vió lo dejó totalmente confuso. Aquel apartamento llevaba mucho tiempo vacío, a juzgar por la cantidad de telarañas y polvo que cubría los desiertos suelos y las desnudas paredes. Pensó que había calculado mal, evidentemente aquellos pisos eran más pequeños de lo que él había creído, de modo que salió de nuevo al rellano y se dirigió a la puerta contigua, pero su confusión aumentó más si cabe al descubrir otra vivienda abandonada, y lo mismo en todas las demás de aquel piso. Lentamente, repitiendo mentalmente el cálculo de las ventanas que había hecho antes, volvió al primer apartamento, y se dirigió a la que debía ser la ventana de la joven; al menos, aquellas parecían las mismas cortinas que él se había acostumbrado a ver cada día. Mientras miraba al exterior, al mismo lugar donde él se detenía todos los días a mirar, sintió que alguien lo observaba a su espalda. Con un estremecimiento se volvió, y allí estaba ella, mucho más bella y fascinante de lo que nunca pudo imaginar desde la distancia. Se le acercó con una leve sonrisa, y así el pudo comprobar que sus ojos eran de un gris pálido que les daba un aspecto algo irreal, y sus cabellos castaños brillaban a la luz de la ventana con reflejos rojizos. Sobre una piel muy pálida destacaban unos carnosos labios de color oscuro que en un instante estuvieron sobre los suyos, unidos en un beso congelado con sabor a rancio; de repente a él le fallaron las fuerzas y se sintió desfallecer al percibir el olor que emanaba de su piel blanca surcada de finísimas grietas grisáceas. Intentó apartarse para tomar aliento, pero ella se abrazó a él con más fuerza y se negó a separar sus labios de los de él, robándole el aire de sus pulmones hasta que perdió el conocimiento.

Cuando despertó, estaba tendido en el suelo con la cabeza sobre el regazo de ella, quien amorosamente le acariciaba el cabello. Al percatarse de su despertar, se inclinó hacia él, besó suavemente sus párpados con aquellos labios fríos como el mármol, y con una voz que recordaba al crujido de las hojas secas en otoño le declaró su amor, amor eterno.



Llevo tantos años esperándote, amor mío; por fin has vuelto a nuestro hogar... Nos espera la eternidad para amarnos, aquí, solos tú y yo, en la casa que me vió nacer, y también morir.
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4 comentarios:

Radamanth dijo...

bufffffffffffff se me han puesto los pelos como escarpias, dudo que sea capaz de levantar nunca mas la mirada para mirar ventanas ajenas y menos si los edificios son señoriales y majestuosos, y desde luego como vea a alguien semiescondido detras de una ventana, no vuelvo a mirar hacia arriba, si es que la curiosidad mato al gato y eso que parecia que solo somos curiosas las feminas... Muy logrado este relato me ha hecho meterme en la piel del protagonista

Radamanth dijo...

he leido que tienen problemas para dejarte comments asi que me he venido a comprobarlo que yo tambien he tenido problemas con otros

Iradai dijo...

Inquietante relato, pone los pelos de punta. La foto es genial.

Alberto dijo...

Bueno amiga, como le he cogido el gusto a esto de pasarme por aquí dejar huella, algo tenue que con el tiempo las olas del mar borrará porque el tiempo sí las borra, pero no nuestra memoria, te dejo mi deseo de buen día, de que sigas tan bien acompañada de la señora inspiración y de otros maestros.
Como siempre tus relatos nos hacen pensar, además de emocionarnos hasta lo más hondo. Todos buscamos y cuando lo alcanzamos el hallazgo nos mata un poco cada día, pero seguimos enamorados de ese anhelo.
Lo importante es la búsqueda de esa belleza hecha sueños y llegar hasta ella, aunque nos suponga cierto desasosiego el hecho de llegar hasta ella.
Besitos, guapa.